Para hablar de Turquía hay que llenarse el alma de poesía, porque si bien es un país realmente cosmopolita, con gran adelanto y modernidad, sus paisajes y desarrollo cultural son únicos y ricos en diversidad.
Este país se despliega entre Asia y Europa, dos continentes que se unen en el Bósforo y es donde se impregna el aire con una suerte de vapor de especias, mientras uno se mueve entre cantares y una gama de monumentos para visitar.
Al planear la visita se experimenta un poco la sensación del niño que entra en una tienda de golosinas y no sabe qué chuchería escogerá primero. Ankara es la capital del país, pero Estambul, antiguamente conocida como Constantinopla, es el corazón económico y cultural.
Despertar en Estambul es oír la voz extranjera y potente del llamado a rezar a la luz del naciente, que se levanta sobre su gente como el canto del gallo. Todo queda iluminado por un sol amarillo pincelando el alba marina, y las palomas en las plazas de las mezquitas alzan el vuelo.

Salir a la calle es una aventura que puede llevar los pasos hasta las puertas de aguja de El Gran Bazar. Los turcos son simpáticos y tienen gran entusiasmo por vender. Ofrecen té aromático de manzana servido en vasos de fino vidrio calzados de algún metal, mientras que explican en un idioma, ya sea inglés o español con acento, cómo toda la mercancía, desde las telas hasta las lámparas son trabajado a mano.
Pueden sacarle una sonrisa hasta el más avaro con una buena rebaja, al tiempo en que las piezas de plata y malaquita colorean las pupilas de rubí, topacio y esmeralda.
Aunque caminando es cuando más se vive, en medio de la ciudad hay una línea de tranvía que la atraviesa desde la A hasta la Z y es fácil de usar, pero los taxis oficiales pueden ser más convenientes para llegar a las atracciones mayores como la Mezquita Azul, Hagia Sofía, el palacio de Topkapi, o la avenida de Istiklal. Todo dependerá de las preferencias individuales.
En Estambul es tan necesario comer Kebabs y ver el divertido espectáculo de los vendedores de helados, “domdurma” en turco, como admirar el cuerno de oro.

Turquía es un territorio vasto, mucho más intenso que la mirada de un ojito de cerámica azul, por lo que hay quienes prefieren una temporada en los complejos playeros, ya sea en costas del Mar Mediterráneo o frente a las profundas aguas del Mar Negro. Pero si hay que contar sobre naturaleza impresionante, Capadocia es un destino sin desperdicio. El logo de Pateando destinos se inspira en este lugar, porque allí los globos de aire caliente se elevan coloridos sobre las formaciones de rocas calcáreas que dan la sensación de estar flotando sobre la luna.
Para obtener una buena muestra de Turquía, no bastan pocos días. Lo mejor será planear un viaje de al menos ocho, sin contar las horas de vuelo. Se puede viajar en solitario o en grupo, pero es recomendado contactar operadoras competentes para garantizar las experiencias en los lugares de mayor interés e influenciados por el turismo.
Desde 2016 el país se encuentra bajo estado de excepción, informan los sitios oficiales, sin embargo, resaltan que las normas de seguridad no recaen sobre los visitantes o civiles quienes pueden hacer sus paseos normalidad.
Bajo una noche tibia y una luna turca cualquiera puede soñar bajo ese cielo que cobija tanto la casa donde pasó sus últimos días la Virgen María de los cristianos, como al caballo de Troya y el paso de la historia.

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