Hay una línea del tango de Gardel «Volver» que describe mi tarde: «El viajero que huye, tarde o temprano detiene su andar»
Y aunque yo no huyo, he detenido mi vorágine de actividades que me sacuden desde el alba hasta el anochecer para ver fotografías de momentos tan lejanos como de mis viajes más antiguos.
Me remonté hasta hace más de diez años, y encontré fotos que evocaron recuerdos maravillosos, otros no tanto. Gente, sitios, pequeños placeres ahí, estáticos pero tan vivos como un animalito disecado, medio escalofriante, pero tan real todo que se me volvió a erizar la piel a la imagen de una cola de ballena alzándose libre en la bruma. Escuché de nuevo su profundo respirar rompiendo el silencio y produje risotadas de alegría al ver en otra foto muchas cabecitas de focas asomadas en el agua.
En otra quedó capturada mi emoción, cuando rodeada de la hermosura impresionante de las flores en el jardín de Metis en Quebec, lloré. Decenas de fotos de cielos encendidos de tonos de rojos por la tarde, como encendida estaba en ese entonces, mi alma de veranos.
Claro, también me acordé que en ese viaje a Canadá dejé todos mis ahorros y volví sin una moneda escondida debajo del colchón y tuve que trabajar muchísimo para recuperarme y si acaso al año siguiente poder costear otras vacaciones menos aventureras.
Y aunque no habían fotos de los platos que me comí y ni de los buses que tomé, ni de las ampollas en mis pies de tanto caminar, las calles y edificios volvieron a refrescarse en la memoria y en el corazón.
Ni el olor del jabón de un hotel y ni las personas con las que me tropecé. Ni los helados que me refrescaron del calor, ni las sonrisas que recibí en un pueblo desconocido estaban fotografiadas, pero seguían allí. Pequeños detalles que no había olvidado en absoluto saludándome de nuevo.
Toda esta meditación me hace pensar que las fotos son la memoria externa del cerebro, como un memory stick, porque sin duda no son solo retratos o imágenes fijas, tienen sensaciones guardadas y como el reflejo del espejo.

Luego, volver a ver cómo percibía el mundo antes, qué me interesaba, qué tipo de fotos tomaba. Recordar es vivir, dicen por ahí, pero creo es mucho más que eso, es revivir y avanzar.
Recordar de qué estamos hechos, no con nostalgia, sino con la certeza de que al remontarnos de vuelta a esas experiencias, nos percatamos más claramente que con el paso de los años, el avance, el cambio, y el progreso nos han acompañado en la maleta como polizones. Y que seguirán ahí, viajando gratis.
También traer al presente la idea de que por más que uno crea conocer, no hay que perder la capacidad de asombro. Guardar cierta candidez e inocencia para jamás perder la esencia.

Porque aunque hayan elementos y sentimientos que se hacen constantes, preferencias que repetimos en diferentes épocas y paisajes, la naturaleza única e irrepetible que nos hace quienes somos es inmutable.
Las fotos también pueden ser la voz de la conciencia, nada agradables y brutalmente sinceras. En mi caso, siempre seré gorda, me gusta usar el cabello mediano con un moño. Tengo mala postura y he mejorado mi vestuario! En los últimos años me he ridiculizado un montón con las selfies y he desatendido momentos importantes por sonreírle a la cámara.
En cada viaje, algo pasa, una sensación de haber comido grillos que nos mueve la fibra y a abre esa otra puerta. Y no hablo de viajes largos o exóticos necesariamente, porque las flores siempre serán flores donde sea. Hermosas, ya sean silvestres, o de jardín y porrón. Igualmente los peces, que nadarán de agua en agua, dulce y salada, pero seguirán siendo peces. Me refiero a ese movimiento que despega el tiempo verdadero de la rutina.
Todo será de alguna manera, lo de siempre. Pero las historias que producimos y el coraje de habernos atrevido, al final del día da como resultado la sonrisa plácida de lo recorrido.
Y es que cualquier día es bueno, para tomar o revivir una foto que con su click, ha dibujado este viaje de la vida. Ya sea que después queramos borrarla o perpetuarla para siempre en la retina del alma.
Porque a veces, con mirar de nuevo una fotografía basta…