
Esta mañana hace un espléndido día en Oslo, tal vez uno de los pocos que quedan en el calendario de sol y calor por esta latitud. Normalmente no pienso en esto, para no desalentarme si llueve. En cambio abrazo la idea de un balconcito con vista al jardín de la casa y broncearme un poco los hombros y las piernas. Disfrutar de una soda helada con limón y a escribir en el blog que hace rato tenía en pausa.
Aquí entre flores y abejas, niños gritando y vecinos preparando una barbacoa y el olorcito del carbón en llamas, planeo o trato de figurarme mi cuarto trimestre del año. Pienso en los potenciales lugares a dónde ir, a dónde invertir el tiempo venidero y con cuidado observo en mi mente las fluctuaciones de las diferentes monedas para hacer mi “cara o cruz” y decidir a dónde ir. Tomando en cuenta el cambio de estación también y todas las acciones propias de preparar un destino, me encamino a tomar una decisión completa para octubre. Mientras más temprano compre el boleto y reserve el hospedaje, más económico me va a salir la escapada.
El año pasado estuve en Cracovia, y desde allí me interesa mucho Polonia. Ya está decidido que me iré a Gdansk, un puerto seguro en el mar Báltico. Un fin de semana en esta ciudad que inspiró al premio Nobel Gunter Grass para su novela “El Tambor de Hojalata”. Tal vez como un pequeño in memoriam de mi parte, recordando que el escritor murió el pasado abril. Además, esta parte de Polonia se dice es muy concurrida y culturalmente rica. Después de todo es una ciudad milenaria una ciudad de encuentros.
Pero cómo quiero que esta experiencia quede registrada en mi sistema, ¿como una viajera o como una turista?. Es que hay diferencia. Una de las acepciones del diccionario de la lengua española dice que el viajero o la viajera es una “Persona que relata un viaje” y el turista es aquel que hace turismo, o sea quien realiza la “Actividad o hecho de viajar por placer”. Creo que en este caso podré combinar las dos cosas.
Lo que me pasa con Polonia está más relacionado al intelecto que al placer, pero seguramente comeré delicioso y si hay algo que me interesa cuando salgo de Oslo es comer. Aquí se come increíblemente también pero es rico probra otras cocinas. En octubre, las sopas con hongos están en el menú del día y los Pierogis, que son como una especie de dumplings se pueden pedir todo el año.
Desde ya me voy preparando la vesícula que no tengo, el hígado y todo el sistema digestivo para la comida súper pesada que comeré allá, bueno, también el vodka que beberé para derretir las grasas claro está. Revisando los diferentes sitios de internet para viajeros, leo de varios restaurantes interesantes, y aunque ellos lo tienen claro, que Polonia no se destaca precisamente por su “haute cuisine” sí que son buenos ofreciendo precio valor y diversión sin presunciones.
Siendo latina, me sentiría más cómoda lanzarme a una aventura en Gdansk sin planearla mucho, pero he aprendido, especialmente si el viaje es corto, que llevar un boceto de plan, dejando margen para el error y los imprevistos, es lo más conveniente. Eso me lo enseñaron los japoneses quienes cuando para otorgar una visa, te piden un itinerario detallado de lo que vas a hacer en el país, lo que quieres hacer y dónde y cuándo lo vas a hacer. Muy divertido el formulario la verdad, un poco absurdo, y a veces toca escribir cosas como que:
-A las 12:30 tomar un te verde en Roppongi en el café tal, y comer unas galletitas y después como a las 13:00 subir a la habitación a descansar hasta las 14:15” Suena exagerado pero sí te pone en perspectiva para el aprovechamiento del tiempo. Un tiempo que para un viajero vale oro.
Aunque en la vida real no cumpla con las ambiciones que planeé, ya en el sitio puedo decidir de qué pasar y qué experimentar a plenitud. Por ejemplo, tener una visión de lo que me interesa, lo que exhiben y lo que venden me previene de las atracciones que como telas de araña transparentes, están ahí para atrapar bobos. De estas que aparecen como top rated en todas las páginas pero que hay un incentivo comercial para ello. Opera en el bosque, suena fenomenal, un paseito en barco por la costa, si no llueve, puede ser, aunque me encanta caminar bajo la lluvia en las ciudades portuarias, es tan romántico.
Por el momento Polonia será, ya tengo otras ideas para noviembre, pero epa! De nuevo, soy latina y pensar en noviembre, cuando septiembre a penas calienta los motores, es exagerado.
Y a propósito del tiempo me despido con este fragmento de El Tambor de Hojalata:
“Pero la relación entre los adultos y sus relojes es sumamente singular y, además, infantil en un sentido en el que yo nunca lo he sido. Tal vez el reloj sea, en efecto, la realización más extraordinaria de los adultos. Pero sea ello como quiera, es lo cierto que los adultos, en la medida en que pueden ser creadores ─y con aplicación, ambición y suerte lo son sin duda ─se convierten inmediatamente después de la creación en criaturas de sus propias invenciones sensacionales”.
Ojalá me inspire así en Gdansk, en octubre…