LA RESACA GMT

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Esta entrada, pateadores, es más una descarga que una verdadera anécdota viajera, pero que también tiene que ver con las consecuencias de los vuelos fuera del nido. Llegué de Singapur por la mañana, después de una travesía de alrededor de 18  horas, incluyendo las esperas en el aropuerto y los traslados. Feliz de estar en casa, porque, aunque me encante patear el mundo, no puedo negar que no importa dónde duerma, nunca habrá mejor cama que la mía.

El vuelo sin novedad, sólo los usuales jamaqueos que se sienten por el Pacífico, (debieron ponerle ese nombre por pura ironía creo yo). Tampoco ninguna novedad sobre Kazakstan. No hubo necesidad de tomarme ninguna «pepa» para dormir, siempre me da miedo que me causen el efecto contario y siempre se quedan frías en un bolsillo.

En los vuelos siempre tengo cara de zapato apretado, no sé por qué, fue uno de los temas a reflexionar en este vuelo, pues una mujer que se me sentó al lado, de Bruselas, llegó con una sonrisa de oreja a oreja, las pestañas postizas negrísimas y super expresiva me dijo «Hello, vamos a dormir juntas hoy» en inglés con acento francés y los ojos pelados. Yo hice una especie de mueca semi sonriente y asustada, parpadeé como cuatro veces seguidas en medio de la perplejidad y luego me relajé pensando que la tipa sólo se había tomado unas copitas de más o se había tomado una pastillita que, eso, le produjo el efecto contrario al relax.

Tenía calor en el avión, la mujer vecina me proporciona un abanico de su cartera, muy amablemente me dijo que siempre viajaba con uno, por lo de los calorones menopausicos, imaginé, aunque no me lo dijo. Luego me lo regaló y salió caminando como una especie de troll-a contenta y buena.

Después de un par de horas esperando y volando desde Helsisnki, aterrizo en Oslo, con mi chamarrita azul, sintiendo el fresquito de 0 grados contrastando con el trópico singapurense pero me sienta bien. Los poros de la cara se me vuelven a cerrar y se me ve el rostro  impecable y lozano, a pesar del daño que el aire seco de la cabina me deja. Una hora más tarde me encuentro abriendo la puerta de la casa también helada como el exterior, más de dos semanas sin calor humano, sin calor de hogar se sienten.

Pero encuentro las plantas vivas y felices (a excepción de la sábila que no sobrevivió), esperándome. Tiernamente dos tomaticos le habían nacido a la Tomata y el ají que había dejado verde, rojito lo encontré y en la cafetera que olvidé enjuagar antes de irme, unos hongos verdes, asquerosos, pero vivos, mi casa, sin más aún estaba viva. Siempre es rico pués en junio una casa se quemó en frente de la mía y otra vez, hace un año y pico se me metieron a robar. Es bueno encontrar todo como lo había dejado.

Ahhh  la normalidad, a pesar de mi jet lag. Y venga el sueño de día y de noche, y yo con tanto qué hacer y  sin un ápice de energía o de ganas. Perdida en la nebulosa, perdida en las experiencias recién salidas del horno de mi haber, caminar entre dormida y despierta. Con la concentración de un zancudo, con el hambre de un león y sin poder decidir qué quiero comer.  No hay nada en la nevera, limones, cebollas, botellas de espumante y cervezas. No quiero salir a comprar comida.Una salsa saco del freezer, pasta será a la noche. Pasta, nada buena para la pesadez del fulano jetlag… Nina, Mamá dónde están? Para que le haga la comidita a la niña… Oh esto de la adultez y llevar una casa a cuestas.

Me instalo a actualizar el blog y wordpress no quiere servir para nada. No me enlaza el Twitter, no quiere el Instagram tampoco, si actualizo algo no lo coge, si borro una foto no la borra. Quiero hacer crugir mis dedos y «capuskicapubul» volver a la normalidad y al 100% de mis capacidades, pero sé que no puede ser así. Debo ser amable con mi cerebro, mi cuerpo y mis procesos.

Es domingo, de paso y en Oslo, todo está cerrado. Es a penas medio día y parecen las seis de la tarde de un país de los de abajo, pues ya estamos en la época en el que el sol, toma sus vacaciones de invierno, igual que una cantidad de noruegos, se muda al mediterráneo. Si acaso manda en enero un sol suplente, que no ha aprendido a calentar, aunque brilla de lo lindo. Pero ese tema es para otro día, el invierno. Por cierto, un amigo publicó en FB una foto de Londres y le tuve que preguntar de cuando era pues se veían frondosos árboles, aunque de hojas otoñales, amarillentas y rojas… El árbol que me dice de las estaciones en el patio, ya está pelado, desnudito se ha quedado y digo para mis adentros «what a wonderful world».

Pues eso, mil cosas que hacer, recuperando el enfoque, la lucidez después de ese playazo increíble en Lankawi-Malasia, después de esos cariños de amistades en la ciudad del Merlion, las loqueras en Hong Kong,  la comida maravillosa de ese sureste asiático. Después de todo eso, recuerdo el estribillo de la canción de Mecano «Hoy no me puedo levantar» aunque no por la rumba sino por las seis horas de diferencia que la dejan a una con esta resaca GMT.

Todo este cuento para ofrecerles disculpas, por si esta página aún no está del todo clara, si cambia cada día de layout (visualización/portada) a cada rato porque no me decido y me impaciento con el montaje. Porque así son mis procesos creativos, nada coherentes hasta que poco a poco, va cogiendo rumbo. Tenganme un poquito de paciencia no más.

F.S

 

 

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