Vivo en Oslo desde enero de 2012 y después de «medio» aprender el idioma, me he dedicado a buscarle las cinco patas al gato a esta, la capital de Noruega.
Hay muchos mitos creados acerca de esta ciudad, de este país, algunos buenos, otros no tanto, de estos mitos me encargaré luego, en otras entradas, sin embargo, debo decir que la verdad que yo he experimentado está lejos de cualquier mito y es: que a pesar de ser una ciudad relativamente pequeña para ser una capital, hay espacio para todos. Debo remarcar que no todos quieren ese espacio porque es cuadrado o rectangular, hasta yo de vez en cuando me he encontrado limándole las puntas a los cuadrados para ver si de casualidad se redondea la cosa pero no, la cosa es como es y más nada.
Debo decir, a los que están pensando en Noruega con polvos de estrellas en los ojos y encantos de Auroras Boreales, que no debemos creer todo lo que dice internet ni todo lo que dice la TV acerca de este vikingo país, muy especialmente esos programas que van por ahí entrevistando a cuatro gatos afortunados y que muestran una sola cara de la moneda, esto mon ami, para evitar frustraciones y desengaños innecesarios, y evitarse la inversión monetaria pues es un destino costoso, aunque este año, un poco menos por el tema de los precios del petróleo y la moneda que se ha debilitado con respecto al euro o al dólar.
Para venirse aquí, hay que tener razones de peso. Para todo lo demás, existe el resto del mundo. Ya sé que lo que pesa para mí, no es lo mismo para el resto, pero tiene que ser de peso. Pero para contarles un poco, desde que llegué a este país «para quedarme», he seguido de cerca varios centros de ayuda social y sí que hay un interés verdadero por el otro. Lo único es que el otro tiene un concepto de filantropía generalmente muy diferente al de los locales y de nuevo, pum! el desengaño y la pena.
Le contaba de estas cosas a alguien y me decía que no podía creer que en Noruega hubiese pobreza, sí que la hay, aunque no es la misma pobreza que en latinoamérica por ejemplo, pero claro que hay pobreza, y hay desidia, y hay de todo como en todas partes.
Pero es bonito, en todo caso, presenciar, como el calor humano lucha contra el frío humano, (y contra el climático también). También es triste presenciar y atestiguar, cómo los vicios de otras latitudes se aprovechan de las buenas voluntades y así pasan los días entre pelitos lacios y rubios y caritas blancas que no se enteran de nada. En este sentido, espero que los noruegos no cambien su inocencia social para con nosotros los extranjeros y prevalezca su sentido de la buena fe.
Porque como un bosque virgen, de esos que abundan por aquí, se queden prósperos y no se conviertan en un terraplén de amargura y xenofobia, despues de los estragos de la tala y la quema de las malas acciones de nosotros mismos, por no comprender la ecuación nórdica.
Este comentario lo escribo porque he leído en varias oportunidades en las redes sociales, debates sobre si emigrar a Noruega o no. Unos se descargan tristes y derrotados, otros agresivos, y otros más que decepcionados vociferando sólo puntos d vista negativos. Mi experiencia es, como lo dije en la primera línea que para venirse a vivir aquí, hay que estar más que concientes de que la aventura nórdica es, para bien o para mal, una experiencia de esas que cambian la vida. No hay medias tintas, o te gusta o la detestas, o te la calas hasta que entras en el engranaje.
Un consejo de panas? (o sea de amigos), Salte del bando de los criticones y se te harán las cosas verdaderamente más sencillas y tendrás una mejor oportunidad de verle todos los colores al gris. Una amiga me dijo una vez: en Noruega, todo es posible, las cosas pasan pero toman tiempo. Y yo añado «aprende el idioma mientras el momento llega, si estás aquí para quedarte».
Si no, con más razón, surfea la ola con una gran sonrisa y huye de las nubes negras, que ya bastante oscuridad tenemos la mayor parte del año.
Buena suerte!
FS